Tras la puerta del Templo dejamos la vida de ilusión y al entrar trascendemos es decir, viajamos hacia la Luz.
Hemos cambiado de dimensión y nuestro Ser puede entonces manifestarse en su verdadera plenitud y esencia. Liberamos el pensamiento cotidiano buscando otros pensamientos elevados, adquirimos entonces el estado interior templario, cosa que nos llevará una preparación conforme nos acercamos al momento de ese cambio dimensional, nuestra actitud ha de ser la de recogimiento, refugio en nosotros mismos.
Buscando de forma serena nuestro abrigo en nuestros actos. De la forma correcta en que preparamos nuestra estancia en el Templo dependerá el éxito de nuestro viaje interior. Buscando el retiro consciente silencioso que nos permita el regreso a casa, haciendo de nuestros actos caminos rectos y no sinuosos que nos faciliten la llegada feliz a la puerta del Templo.
De poco nos servirá buscar esa puerta si por el camino que llega hasta ella corremos como caballos desbocados sin fijarnos siquiera en las matas de flores al borde del camino. De nada servirá golpear el gozne con energía, así asustaremos al espíritu y el espíritu se irá espantado y la puerta permanecerá cerrada. En cambio si llegamos con la serenidad y la calma y nuestra mano se posa sobre la puerta no hará falta ni siquiera insistir y el espíritu saldrá a recibirnos y nos acompañará gozoso durante nuestra estancia en el Templo.
Toda Naturaleza es un Templo y todos y cada uno de nuestros actos son un ritual. Los hombres construyeron Templos de piedra, grandes y poderosos, comunicadores con el Cosmos infinito, con su energía. Crearon imágenes simulando la imagen de Dioses y sus símbolos...pero nada de esto se acerca lo mas mínimo al verdadero Templo del espíritu, mas verdadero que cualquier construcción humana en la materia.
La materia es una manifestación de lo Sagrado que desciende para iluminar al mundo, hoy comenzamos a saber que la verdadera casa de Dios es nuestra propia conciencia y nuestro Templo habita dentro de nosotros, en un corazón dimensional que no vemos con los ojos físicos pero que existe y nos está esperando. Volvamos entonces a casa. Somos Dios en nuestro Templo Sagrado.
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