Aquella mañana habíamos estado honrando la misteriosa puerta de Aramu Muru. El grupo, dieciocho personas, meditamos y compartimos en nuestro círculo de oración las ofrendas del maestro; las hojas de coca, que tanto gustan a los papacitos apukunas y a la mamacha, nuestra tierra, la que pisamos, la que se deja pisar, la que nos sostiene. Tatainti, generoso como nunca, nos regalaba rayos y rayos luminosos, luz del cielo que calentaba las cabezas, los brazos, los corazones y todas las piedras del lugar...,todas menos la gran puerta sagrada, la cual permanecía fría, como si ella ya no estuviera allí, como si jamás hubiera pertenecido a este mundo nuestro.
Hermanados, uno a uno, visitamos con reverencia la gran puerta. Nos descalzamos, y al acercarnos a ella una fuerza amable pero poderosa, nos pegaba físicamente a la piedra gris. El tiempo ya no tenía medida. Solo importaba de que modo se podía abrazar el portal, como poder estar dentro sin entrar, porque algo nos llamaba sin voz, y algo nos sujetaba sin manos. Algo que no tenía una explicación lógica, una energía que no era de este mundo, nos magnetizaba dulcemente.
El tambor de mi compañera Nati, con su cadencia, marcaba el proceso de los encuentros con el portal. Las maracas de Regina, el direjidoo de Pablo, formaron la banda sonora cuyas vibraciones elevaban al infinito nuestro espíritu. Yo misma busqué en aquel suelo seco un par de piedras y seguí el ritmo con los ojos abiertos para dentro mio. Me preocupé de sentir, nada mas, el sonido, la música de aquel instante de paz.
No se cuanto tiempo duró el trance, ahí estuvimos, atestiguando los encuentros del grupo, con aquella improvisada música. Al terminar dejé caer las piedras al lado mio, dándoles las gracias por haber participado del encuentro sagrado. Unos minutos después llegó volando una pequeña pluma de color verde, ancha y brillante, se balanceó en el aire y fue a posarse frente a mi. Nada que preguntar. Mi pequeña pluma de Aramu Muru, que bonito regalo, que lugar tan misterioso...
Ese día el portal se abrió amablemente para todo el grupo y dejo que sintiéramos la fuerza y el poder de esa energía, que aunque no visible para el ojo humano, si lo está para el que abre su corazón a esas otras dimensiones de amor y conexión con las fuerzas cósmicas. N
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