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martes, 23 de agosto de 2011

Denunciemos a China, occidente despierta ya y mira lo que pasa en el Tibet

El viaje hacia la libertad de los refugiados tibetanos

Autora: Mari Cruz García

En el verano de 2002, cuando trabajaba como investigador voluntario para el Gobierno Tibetano en Dharamsala (India), recibimos la noticia de que un nuevo grupo de refugiados había logrado cruzar la frontera. Como parte de mi trabajo consistía en investigar las recientes violaciones de derechos humanos en Tibet, tomé el avión a Katmandú para entrevistar a los nuevos refugiados.
La vía de huída más utilizada por los refugiados tibetanos suele ser la región de Solu Khumbu, en la frontera con Nepal y donde se encuentra el Monte Everest, con una altura media de 5.000. Los que sobreviven al viaje son socorridos en el Tibetan Transition Reception Center de Katmandú, en el primero de los centros de tránsito, de donde luego pasarán a Delhi y posteriormente Dharamsala.
Este es relato de un valiente grupo de hombres y mujeres que lograron atravesar la Cordillera del Himalaya en busca de una vida en libertad. Ellos me confiaron su historia para que yo lo propague y su sacrifico no caiga en el olvido.


El Tibetan Transition Reception Center de Katmandú se halla situado en una zona residencial, cerca del famoso barrio de Swayambu Nah, al noreste de la capital. Se trata de un edificio de hormigón y cemento cuya construcción comenzó en 1998, con fondos de la Unión Europea. A su lado, una casa de planta baja ejerce de dispensario, levantada con fondos del UNHCR y de la American Himalayan Foundation. El edificio principal consta de tres plantas, la última de ellas aún sin terminar por aquellas fechas (ahora está terminada y se usa como oficinas). El segundo piso lo ocupan los dormitorios y un aula escolar donde los nuevos refugiados aprenden sus primeros balbuceos en inglés. En el edificio trabajan unas 18 personas, incluido el personal de enfermería.
En el segundo piso, la suciedad reina por todas partes. No hay agua en las letrinas. Niños tibetanos corren descalzos por los pasillos ajenos al drama que rodea su destino, embarrándose en los charcos que destila la humedad del techo. Estos niños son entregados por sus progenitores a los guías de las expediciones para que puedan acceder a una educación gratuita en India. Muchos de ellos jamás volverán a ver a sus padres. Algunos no sobreviven al viaje.
El centro consta de tres dormitorios masculinos y dos femeninos. Dadas las duras condiciones del viaje, el porcentaje de varones que se aventura a realizarlo casi triplica el de mujeres. Colchones y catres claman a gritos una renovación. La capacidad de cada dormitorio es de 30 personas, si bien la distribución del espacio resulta muy sui géneris en función de las necesidades del momento y del número de refugiados. Durante los meses de invierno, la afluencia de nuevos refugiados se dispara, ya que con el frío es más fácil despistar a las patrullas chinas. En el centro pueden llegar a juntarse entonces hasta 800 personas. Durante el verano y la época del monzón, el número de nuevos fugitivos oscila entre 40 y 220.
Tradicionalmente las autoridades nepalíes han mantenido una política de acogida hacia los refugiados tibetanos. Sin embargo, con la subida al poder del nuevo rey Gyanendra, en Julio de 2001, y el surgimiento de la guerrilla naxalita, de ideología maoísta, la tradicional amistad tibetano-nepalí parece haberse deteriorado. Es evidente que Nepal, una de las naciones más pobres del planeta, necesita cada vez más de la cooperación económica del coloso chino, así como de su apoyo militar para combatir el terrorismo maoísta. Durante el verano de 2002, la política oficial del Gobierno Nepalí con respecto a los refugiados tibetanos se limitaba a un simple laissez-faire, esto es, no intervenir ni a favor ni en contra del incesante “goteo” de tibetanos, siempre que éste se lleve a cabo con la suficiente discreción como para no llamar la atención de las autoridades chinas. Esta política goza del beneplácito del Alto Comisariado de la las Naciones Unidas para los Refugiados (UNHCR), organismo con sede en Katmandú y que se encarga de sufragar el viaje de cada nuevo refugiado a India. Este viaje suele costar unos 64 dólares por refugiado.
Huída a través del techo del mundo
El grupo de nuevos refugiados está compuesto de 18 personas procedentes de Amdo y Kham, dos de las tres grandes regiones en que Tibet se divide geográficamente. Sólo una mujer de diecinueve años viaja en este grupo, y dos niños con edades entre los 10 y los 12 años. Todos los demás miembros del grupo son varones con edades comprendidas entre los 17 y los 25 años.
Tenzing Yankey trabaja como enfermera en el pequeño dispensario del centro. Ella se ocupa de atender a cada nuevo grupo de refugiados. Lo normal es que, cuando la policía nepalí descubre a uno de estos grupos en la frontera, avise a los trabajadores de UNHCR, y éstos se encargan de trasladarlos hasta Swayambu Nah.
“Este nuevo grupo no ha presentado ninguna complicación adicional a las propias de un largo viaje a través de las montañas, con una dieta inadecuada y escasa agua” me comenta Tenzing Yankey “Todos han llegado extenuados, con síntomas de anemia, deshidratación, baja presión en la sangre, picaduras de mosquitos infectadas y diarreas. Los casos más graves se producen durante los meses de inviernos, entonces nos han llegado personas con extremidades congeladas, neumonías… Durante el invierno algunos niños pequeños mueren en el viaje.”
Cada nuevo refugiado se somete a un chequeo médico y si presenta síntomas de una enfermedad grave es enviado al Hospital Patan de Katmandú. Todo el tratamiento médico corre a cuenta de UNHCFR. Tenzing Yankey me muestra un álbum con fotografías espeluznantes de extremidades humanas congeladas. En la mayor parte de los casos el paciente tuvo que sufrir la amputación del miembro congelado. Estos casos fueron especialmente frecuentes entre 1994 y 1997. Curiosamente, desde el año 2000 no se ha producido ningún nuevo caso.
“Cuando estos grupos cruzan la frontera en la región de Solu Khumbu,” me explica Tenzing “ lo normal es que se les lleve al Centro de Urgencias, cerca del Base Camp (nombre que recibe el enclave desde donde parten todas las expediciones al Everest). Si alguien sufre congelación en alguno de sus miembros, se le traslada inmediatamente en avión hasta Katmandú. En un 99% de los casos es necesario amputar el miembro congelado. Las amputaciones se realizan en hospitales de la capital. En estas operaciones resulta impagable la ayuda que recibimos de los médicos occidentales que trabajan como cooperantes”.
Tenzing Yankey también recuerda haber atendido casos de mujeres tibetanas violadas por policías nepalíes, si bien no es lo habitual. En el año 2001 se produjo un suceso especialmente cruento cuando una patrulla nepalí abrió fuego contra un grupo de 24 tibetanos, con un balance de un muerto y cinco heridos.
Dopu es el guía del grupo. Gracias a su pericia, todos han logrado atravesar sanos y salvos la región de Solu Khumbu. Dopu es fuerte y atlético, quizás demasiado alto para ser tibetano. Como todos los de su pueblo, resulta parco en palabras y adusto en el ademán. Cuando contesta a mis preguntas, mantiene una actitud reservada, de animal al acecho, hasta que mi traductor logra convencerle de que no voy a ponerle en peligro.
¿Cuántas veces ha ayudado a grupos de refugiados a cruzar la región la región de Solu Khumbu?
D: Esta es la primera vez que hago de guía. Sólo hice este viaje una vez antes, acompañando a un sherpa.
¿Cómo se decidió a ayudar a estas personas a escapar a Nepal y cómo contactó con ellas?
D: Tengo una granja en mi pueblo, en Amdo. Muchas de las personas en el grupo son también de allí. Ellos sabían que yo había cruzado la frontera una vez y me pidieron que les ayudara a llegar a Nepal. Después, en Lhasa, se nos unieron otras personas. Imagino que supieron de nuestro viaje a través de algún conocido.
¿Cuánto dinero le ha pagado cada miembro del grupo?
D. Unos 1.500 yuangs (unos 181 dólares) pero quiero que quede claro que no lo hice por dinero, lo hice porque mucha gente de mi pueblo me lo pidió y quería ayudarles.
Dopu y los primeros miembros del grupo llegaron a Lhasa, la capital de Tíbet, el 16 de Junio. Allí esperaron durante cuatro días hasta que se les unieron los demás, procedentes en su mayoría de Kham. En Tíbet lo habitual entre quienes desean huir es encaminarse a Lhasa, desde donde redes clandestinas de informadores les ponen en contacto con otros interesados.
Para escapar de Tíbet, Dopu y su grupo realizaron el siguiente itinerario: desde la ciudad de Lhasa tardaron casi un día en recorrer, con un jeep, los 250 Km que la separan de Shigatse, la segunda ciudad más grande del país. Allí permanecieron una noche antes de partir a Lhatse (150 Km) en autobús. Tras permanecer en Lhatse un día, se encaminaron al pequeño pueblo de Dhigri, en la provincia de T-Üsang, limitando con Nepal. Desde allí se internaron en los pasos de montaña a través de la región de Solu Khumbu, en un viaje que se prolongó durante 20 días.
Hábleme del viaje a través del Himalaya
D. “Cada uno llevaba una o dos mudas de ropa, un mu-yee (chaqueta hecha de lana) para el frío y sólo un par de zapatos. Había que ir lo menos cargado posible, por si nos surgía una patrulla china y teníamos que salir huyendo. Con respecto a la comida, cada persona se trajo 12 gyamas - unidad de medida china - de tsampa (harina de cebada tostada que constituye el alimento básico de los tibetanos), una caja de noodles y nada más. El agua no ha sido problema: en todo el camino hay abundantes manantiales.
Caminábamos durante más de diez horas al día. Durante dos días tuvimos que caminar toda la noche, y dormir durante el día ya que era extremadamente peligroso. Como no podíamos utilizar linternas, nos atamos con cuerdas; así, si un miembro del grupo resbalaba en la oscuridad los otros le recogían. Sólo parábamos para desayunar y cenar. Varios días nos llovió, llovió mucho… Las rocas resbalaban y no podíamos hacer un fuego para secar la ropa. Tuvimos que dormir con las ropas mojadas, apretados unos contra otros para darnos calor. Todas las noches dormíamos sobre el suelo.
Recuerdo que tuvimos que bordear una gran montaña. Había nieve por todas partes y hacía mucho frío. Algunos no traían calcetines. Decidí que era mejor no detenernos hasta que no descendiéramos la montaña. Creo que también pasamos cerca del Monte Everest, pero no estoy seguro.
Hubo un momento en que nos quedamos sin comida. Sólo teníamos té negro y no podíamos encender un fuego para calentar el agua. Comíamos las bayas silvestres, plantas y todo lo que encontrábamos por el camino. Luego venían las diarreas con lo que nos debilitábamos aún más. Entonces nos encontramos un sherpa que nos cobró 500 rupias nepalíes (unos 6 dólares) por un plato de arroz. 500 rupias!…
¿Y los niños?, ¿cómo resistieron esas condiciones?
D. Los niños se portaron bien, sin llorar y aguantando el ritmo de la marcha. En los tramos más duros nos turnábamos y les transportábamos en la espalda.
¿Encontraron patrullas chinas por el camino?
D. Sí, cerca de Dhingri nos sorprendió una patrulla de policía. Salimos huyendo en todas las direcciones. Vi que uno de nosotros tropezó y cayó rodando ladera abajo. Creo que se rompió la pierna o algo así porque no podía caminar. Lo último que pude ver es que se arrastraba y gritaba mientras los soldados chinos disparaban al aire y venían hacia nosotros.
¿Qué cree que habrá sido de este hombre?
D. Me imagino que lo interrogarán y pasará una temporada en la cárcel, igual que si nos hubieran detenido a cualquiera de nosotros. Los castigos son especialmente duros para los que hacen de guías. Yo conozco gente que lleva cinco años en prisión. Cuando salgan, no tendrán derecho a nada, ni trabajo, ni tierras, ni atención en los hospitales, nada…

Tashi Dolma es la única mujer del grupo. Aparenta una edad más joven que sus 19 años cumplidos. Extraordinariamente tímida, parece medir cada una de sus palabras antes de hablar, aunque ahora le han asegurado que puede contar sin miedo cuanto está pasando en Tíbet, que debe contarlo. Tashi Dolma ha cruzado la cordillera del Himalaya vistiendo una simple chuba, o vestido típico tibetano, y unas alpargatas. Viaja sola, aunque reconoce que Dopu y todos los hombres del grupo la han ayudado mucho. Es la primera vez que sale de su pequeña aldea de Tsuka, en la provincia de Amdo.
¿Por qué quería escapar de Tíbet?
T.D. “Porque quiero estudiar y quiero ver al Dalai Lama. En mi aldea nadie puede ir al colegio; mis padres son granjeros y no pueden pagar los 400 yuangs al mes (unos 48 dólares) que cuesta el colegio construido por los chinos. En Tíbet la gente no es feliz. Mi familia, mis amigos, toda la gente de mí aldea no son felices. Los chinos no se meten con nosotros, pero a veces pasamos hambre porque no podemos decidir sobre la forma de cultivar la tierra, no podemos decidir sobre nuestras propias cosechas.
Mis padres tienen una gran granja. Si pudiéramos decidir la forma de cultivar la tierra, tendríamos una cosecha de tsampa para todo el año, pero los chinos nos están obligando a que transformemos nuestras tierras de cultivo en pasto para el ganado. En nuestra aldea siempre se ha sembrado trigo, no tiene ningún sentido cultivar pasto para el ganado. El próximo año no habrá comida suficiente para todos y mucha gente pasará hambre”.
Cuanto está pasando en la remota aldea de Tashi Dolma no constituye sino un ejemplo de cómo afecta a los agricultores tibetanos las directrices agrarias fijadas en el los llamados Planes Quinquenales de la República Popular China. Entre los objetivos estratégicos del décimo Plan –en vigor en las fechas en que tuvo lugar esta entrevista -, se fijaba como tarea prioritaria en agricultura la “ampliación de los pastos ganaderos en las regiones del oeste”, entre las que se incluye Tíbet.
Ngawa Sonam (derecha) tiene 22 años y es un monje budista. Hace nueve años se unió a la comunidad del único monasterio de su aldea natal, Lhamo Dechen. Ha huido para poder conocer en persona a su máximo líder espiritual, Su Santidad el Dalai Lama, y para vivir su vocación religiosa en un ambiente de verdadera libertad.
“Nunca he podido ir a la escuela porque mis padres no tenían dinero suficiente para pagarla” relata Ngawa Sonam, “En mi aldea, la matrícula en la escuela primaria puede costar unos 150 yuangs al mes (18 dólares) y la escuela secundaria unos 2500 yuangs mensuales (300 dólares). Los ingresos normales de un granjero tibetano son 4000 yuangs al año. Hasta donde conozco de mi comarca, muy pocos tibetanos pueden ir a la escuela. Sólo los hijos de los chinos acceden a la enseñanza superior. En mi monasterio no enseñan a leer y escribir porque casi nadie sabe.
Para los tibetanos no existe libertad religiosa, ni ninguna otra. Los soldados chinos están constantemente en nuestro monasterio, vigilando que en nuestras poojas (ceremonias religiosas) no se haga mención alguna al Dalai Lama. Es completamente absurdo. El Dalai Lama es el pilar de nuestra fe religiosa. ¿Qué clase de culto podemos celebrar así?…
Marché a Lhasa con el firme propósito de abandonar Tíbet. Quiero ingresar en un monasterio de India. Quiero saber cómo se vive en libertad… Cuando llegué a Lhasa me presentaron a Dopu, me entrevisté con él y me aceptó en el grupo. No creo que los soldados chinos molesten a mis padres por mi desaparición. Pero en Lhasa y en otras ciudades, los padres y familiares de quienes han escapado de Tíbet sufren las represalias. La policía china les somete a duros interrogatorios, con maltrato físico, para saber cómo han escapado. En ocasiones, los familiares directos pueden ir a prisión”.
Después de reposar unos días en el Centro de Karthmandú, Tashi Dolma, Ngawa Sonam y los demás miembros del grupo viajaron a Delhi y Dharamsala. Dopu regresó a Tibet. En Dharamsala, todos fueron invitados a una audiencia privada con el Dalai Lama, como sucede con cada nuevo grupo de refugiados. Lo último que supe de ellos es que Tashi Dolma esperaba ingresar en la Tibetan Transit School de Dharmasala para aprender a leer y escribir, y que Ngawa Sonam buscaba un monasterio que lo acogiera.
Los refugiados tibetanos dependen totalmente de las donaciones externas para iniciar esta nueva vida en libertad. Si no quedan fondos, serán repatriados a Tibet.
http://www.indiga.org/tibet/ex_huida.php

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