Según el tono que yo utilice al decirle buenos días, usted tendrá más o menos predisposición a escucharme.
- Estoy de acuerdo.
- La música y el canto permiten a los que abrir su corazón, es uno de los mejores vehículos para transmitir sentimientos.
- Escuchamos poco.
- Estamos ocupados en que los demás nos escuchen, y eso rompe la comunicación.
- ¿A usted cuándo empezaron a escucharla?
- Soy la hija mayor de una familia de clase media con dos hermanos varones, así que estaba destinada a realizar las tareas domésticas y callar. Preferí ser monja. Lo planteé a los diez años y mis padres aceptaron a cambio de tres años más de trabajo.
- ¿Y el príncipe azul y todas esas cosas?
- Siendo niña decidí no casarme jamás.
- ¿No le gustó lo que vio?
- Las relaciones que viví en casa y la que vi entre mis vecinos eran desalentadoras. La sociedad nepalí es muy machista. Mi padre era agresivo, vi sufrir mucho a mi madre. En la sociedad nepalí nacer mujer significa olvidar cualquier deseo en función del marido y la familia. Los hombres creen que su mujer les pertenece.
- Su padre también le pegaba a usted.
- Sí, nos pegaba indiscriminadamente. Solía usar una vara. Era un enfermo.
- ¿Alcohólico?
- Bebía, pero no era un alcohólico.
- Entonces, ¿enfermo en qué sentido?
- Yo odiaba a mi padre, me pegaba tanto que pensaba que no debía de ser mi padre. Mi maestro, Urgyen Tulku Rinpoche, me pidió que intentara pensar algo positivo sobre él y me di cuenta de que era un hombre que trabajaba muchísimo para darnos de comer; así, poco a poco entendí que él no era feliz y que su rabia era frustración. De ese modo pasé de sentir odio a sentir pena por mi padre.
- ¿Le sirvió de algo?
- Sí, me ayudó a perdonarlo. Él me ha dado la vida, y la vida es preciosa, ese descubrimiento me permitió empezar a amarlo y a cuidarlo. Siento que es mi responsabilidad ayudarlo ahora que se ha quedado solo.
- Tiene suerte su padre.
- Soy yo la que debo darle las gracias, porque si no me hubiera tratado tan mal, no me habría hecho monja ni habría descubierto a mis maestros, ni tampoco que hay cosas buenas en todos los seres. Dos hombres han cambiado mi vida: mi padre y mi maestro.
- Al recibir su compasión, ¿su padre ha cambiado o sigue siendo la misma fiera?
- Ahora tiene más paz.
- Su padre también es budista, ¿qué ha hecho con sus creencias?
- Culturalmente es budista, pero eso no significa nada; las religiones son sólo etiquetas.
- Su madre ha muerto hace poco. ¿Qué ha entendido?
- La impermanencia.
- ¿Cuándo descubrió su voz?
- Fue un productor norteamericano que vino al monasterio, Steve Tiggetts. Hicimos un primer CD y tuvo tanto éxito en EE. UU. que decidieron lanzarme al mercado mundial.
- ¿Por qué aceptó?
- La razón inicial fue ver mundo, pero llegó el primer cheque, ¡era muchísimo dinero!, y comprendí que podía realizar mi sueño: la escuela para monjas.
- ¿Y por qué una escuela para monjas?
- Si quieres ayudar a los demás, has de ser capaz de conocer sus problemas, los problemas del mundo, y saber comunicarte. Si podemos tener los mismos estudios que los monjes, seremos más efectivas y prácticas.
- Sí, pero no entiendo por qué no ha fundado una escuela para niñas, monjas o no.
- Estoy preparando mi ejército: estas mojas capaces de argumentar, empleando también la razón, el poder de la compasión volverán a sus aldeas y educarán a las niñas.
- De manera que, para usted, es más importante la educación que la música en sí.
- La música es mi instrumento, tal como la palabra es el suyo. Pero fíjese en que las palabras no son la entrevista… ¿De qué son instrumento sus palabras y mi música…? De su corazón y su mente, de mi corazón y mi mente.
- Así debería de ser.
- La música me permite llegar a lo más profundo de mi ser, sacar lo que hay ahí y transmitirlo a través de ese don que es mi voz.
- Dicen que su voz y su canto curan.
- Cuando me siento triste, confundida o enfadada, rezo. Y rezo cantando mis mantras desde mi alma; eso hace que me sienta mejor. En mis conciertos canto lo mismo que en privado y desde el mismo lugar. Es posible que esa vibración que sale de mi alma haga que los demás se sientan mejor.
- ¿Qué le ha enseñado su maestro?
- A comprender que lo importante es cómo percibes las cosas: si es de manera positiva, el efecto será positivo, y viceversa. A no pensar que el juicio que tú emites es el juicio correcto. A no responder a una injusticia con otra injusticia, al dolor con más dolor. Mi maestro ha nutrido mi corazón.
- ¿Qué merece la pena en la vida?
- Nunca debes hacerte daño a ti mismo, a tu alma. Encontrar el verdadero sentido a tu existencia en este mundo.
- Eso es muy difícil.
- A menudo lo más simple parece lo más complicado, precisamente por ser demasiado sencillo. Todo es muy lógico…
- ¿En qué está pensando?
- Todos queremos ser felices y estar bien, centrémonos en ello: si yo le trato bien, usted sonreirá. Si usted sonríe, yo también sonreiré. Si yo le grito, usted dejará de estar feliz y me tratará mal, y yo le trataré todavía peor. Lo que siento lo transmito y se me devuelve.
Fuente
La Vanguardia
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