La Vuelta al Mundo en una década. Pablo es un bonaerense de 41 años que recorre el mundo desde hace más de siete años con Anna, una catalana de 36. Su reto es rodar el globo en una vieja furgoneta durante una década. Les quedan tres años en ruta.
Por Iván M. García.
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De González Catán a Tirso de Molina, que meneo, que vaivén, que ajetreo que mareo que ruina… Es parte de la canción De Dieguitos y Mafaldas, de Joaquín Sabina, y también parte del viaje que Pablo, bonaerense de 41 años, y Anna, catalana de 36, emprendieron hace más de siete años: la vuelta al mundo en una década.
La ruta
De Barcelona a Egipto pasando por Turquía. Luego hacia Sudáfrica y de ahí a Latinoamérica, a Argentina. Ahora están en Ecuador.
Planean seguir subiendo hasta Alaska, navegar rumbo a Rusia y emprender desde ahí la vuelta a casa. Pero aún les quedan tres años de viaje hombro con hombro, 24 horas el uno al lado del otro, conduciendo la vieja furgoneta en la que están cumpliendo su sueño, 24 horas día tras día… Deben quererse muchísimo.
‘Al principio fue duro. Mucho. Tienes roces, peleas; pero no la posibilidad de dar un portazo. Ahora lo hablamos todo, hasta el problema más tonto. ¡Es la manera!’ confiesa con desparpajo porteño.
Asalto en Itamaracá
El peor momento de la ruta nada tuvo que ver con enfados ni broncas de enamorados, sin con una noche cerrada, el filo de un machete en la garganta y un oportuno spray pimienta.
Sucedió en la isla de Itamaracá, Brasil. Pablo revisaba los mapas y las cuentas del viaje junto a la puerta del copiloto del furgón. Anna descansaba en la parte trasera.
‘De pronto noté algo afilado en la garganta. Un machete. Pensé que era ella gastándome una broma y dije ‘ey, ¿qué hacés?’’, relata Pablo.
Pero no era ella. Eran dos ladrones que nunca llegaron a declarar sus intenciones. ‘No sé cómo pero me abalancé sobre ellos con un spray de pimienta. Les rocié la cara, a Pablo también… a los tres… Y tras un forcejeo, huyeron’ explica Anna.
La Mitsu
La Mitsu es como llaman a la furgoneta Mitsubishi L300 de 1991 en la que viajan. Pablo y Anna añadieron unos robustos parachoques y, hace algún tiempo, cambiaron el motor. De la mano de la Mitsu también conocieron, según Pablo, ‘al peor mecánico del mundo’, en Diego de Almagro, Chile.
‘Desmontó el motor, el cigüeñal, todo. Y lo hizo bien, sí, pero al montarlo de nuevo había fugas por todas partes. Duró sólo 200 kilómetros y tardamos 70 días en poder arreglar el furgón’ cuentan.
El barco de Pescanova
Todo viajero quiso ser alguna vez Lord Jim, el personaje de Joseph Conrad, y viajar a bordo de buques mercantes con nombres extraños, sin dinero en los bolsillos y con destino incierto. Ellos lo han logrado.
‘Estábamos en Ciudad del Cabo (Sudáfrica), sin un dólar encima y queriendo cruzar el Atlántico hasta Argentina’, cuenta Pablo. A través del Consulado Español averiguamos que un barco de Pescanova zarpaba en unos días.
Lograron contactar con Ángel Tordesillas, el responsable de la compañía en África y, ni cortos ni perezosos, le pidieron que su tripulación les hiciera un hueco. ‘No solemos hacer esto’ nos dijo, ‘pero en tres días salimos. Consigan el carnet del marino y yo me encargo del resto’, explica Anna. Y después de 23 jornadas de travesía y de un sinfín de sempiternas partidas de cartas con los marineros del buque llegaron al puerto de destino.
¿Y al regreso?
Han pasado siete años y medio desde que salieron de Barcelona. En el inicio sobrevivieron con sus ahorros y escribiendo artículos sobre diferencias culturales para el Fòrum de las Culturas Barcelona 2004. Luego vendieron batiks, postales y hasta un libro que han editado con sus historias. Siete años dan para mucho. ‘Fíjate si llevamos tiempo que al partir llevábamos la música en cintas y ahora en MP3’, bromea Pablo.
¿Y al regreso? Ellos lo tienen claro. ‘Montaremos algo, un albergue o un bar con una pareja amiga y nos turnaremos cada seis meses. O volveremos a la ruta y seguiremos vendiendo nuestros libros por ahí. Así podremos seguir viajando’ dice orgullosa Anna.
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HOY SOLO HAY TIEMPO PARA VIAJAR AL JUBILARTE
Antes de su partida, Pablo era un publicista de éxito y Anna trabajaba en una conocida promotora de rock.
‘Pero llegué de un viaje por África y me pregunté ¿Qué vine a hacer en ésta vida?’, explica Pablo. ‘Hoy sólo hay tiempo para viajar al jubilarte’.
Esta premisa le bastó para dejar su empleo y proponerle a Anna, su chica, el viaje. ‘Cometí el error de no traerle un recuerdo, así que tuve que decirle que viniese a dar la vuelta al mundo conmigo’, bromea.
‘La gente debería dar este paso adelante. Simplemente, hacer lo que uno quiere. No tiene por qué ser una vuelta al mundo. A lo mejor, lo que a ti te hace feliz es montar una tienda de discos, o tener una familia, o cambiar de país, o irte a vivir fuera de la ciudad, o echar a tu jefe de tu vida’, señala Anna.
¿Qué os parece esta historia?...¿a qué da cierta envidia?, siempre hay aventureros, mientras el mundo sea el mundo el hombre querrá conocerlo. Aquí os dejo la dirección de la página web de la pareja viajera, es muy entretenida y se aprende un montón.
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