Él
no podía dormir, la noche era oscura especialmente en aquel momento
de su desvelo. Si hubiera sonado una música seguro que sería un
piano de teclas lejanas. Si hubiera soñado ¡ah, si hubiera soñado!,
como muchas otras noches que volaba...y volaba...y volaba.
La última vez que tuvo ese sueño sintió un placer tan grande durante el vuelo que al despertar no quiso abrir sus ojos durante horas para no desprenderse de la sensación.
La última vez que tuvo ese sueño sintió un placer tan grande durante el vuelo que al despertar no quiso abrir sus ojos durante horas para no desprenderse de la sensación.
Y
como no podía dormir, imaginaba.
Mientras,
alzaba sus brazos hacia el techo de la habitación, tan lejano como
negro, intuía que se habría una brecha azul índigo y una luz se
movía nerviosa en algún lugar de ese cielo. ¡Y deseó tanto tener
alas!, y se borró tanto a sí mismo, desdibujando su cuerpo como
acuarela estropeada entre el agua de unas lágrimas, que de su
espalda brotaron dos bultos que empujando, empujando se liberaron de
la carne y se formaron en alas.
Inspiró
hasta no poder coger mas aire mientras desplegaba sus grandes alas,
levantado sobre las puntas de sus pies sobre el colchón de su cama
soltó el aire y voló…, voló como nunca lo había hecho antes,
agitando sus alas con una fuerza sobrehumana.
Nadie
supo nunca qué fue de él, no
sospecharon que, simplemente, consiguió tomar sus alas...
Florinda.
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