Reflexiones, experiencias y todo aquello que me ayude a subir, desplegando alas, volando juntos...

lunes, 27 de junio de 2011

el muchacho del mala

A veces pasan cosas que nos dejan pensando con una sonrisa apenas dibujada en el rostro, cosas mágicas, que parecen tremendas casualidades o cosas de menor calado pero no por eso menos misteriosas. Como la que hoy he vivido en mi tienda.
Empezaré diciendo que el sábado por la mañana sentí que tenía que renovar el escaparate, no tenía muchas ganas, pero como soy muy obediente (y ya he aprendido a estas alturas de la película que ser obediente es lo mejor que puedo hacer...), lo renové dejándome llevar por lo que sentía. Nada complicado; un pañuelo de seda naranja, un buda de cerámica negro, dos cajas de incienso y la fuente de piedra bien cargadita de agua fresca.
De nuevo en el ordenador con mis papeles, pasaba la mañana tranquilamente cuando siento un nuevo impulso, como si algo dentro de mi me llevara hasta el mala tibetano colgado en la estantería interior y me hiciera ponerlo al lado del buda negro. Antes de dejarlo allí lo estrujé entre mis manos haciendo sonar sus cuentas grandes y pintadas con letras tibetanas y me pregunté; ¿para quién he traido yo este mala?. Es precioso, podría quedármelo yo.
De inmediato sentí que tenía que dejarlo allí. Así lo hice. 
Esta tarde de lunes estaba yo trabajando cuando escucho la voz de un hombre decir; ¡mira eso!, mira ese mala. Su acompañante no parecía entusiasmado, pero él dijo esperamé, tengo que comprarlo, ese mala es mío. 
El muchacho me pidió permiso para entrar, yo se lo dí, y me dijo lo que quería. Estaba realmente emocionado, el precio le pareció muy razonable, yo le dije que lo tocara, que lo sintiera entre sus manos antes de comprarlo y él, muy seguro de lo que hacía, me contestó ¡no es necesario!, es mi mala, tiene muchísima energía.
Antes de irse me deseó que mi día sea muy bueno y ambos hicimos una suave reverencia.
cuando se fue tuve la impresión de haber vivido un instante de otro tiempo, en otro lugar, esos ojos emocionados no me eran tan extraños pero...¿sabré algún día por qué?.
Creo que no. La vida es magia. ¡Larga vida al muchacho del mala!.

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