Os cuento algo, una confidencia, algo que me apetece compartir ¿vale?...ooookk, allá va; ayer viernes por la mañana una señora me dijo durante nuestra conversación: "¿sabes?, he oido en el telediario que mañana se acabará el mundo?", ¡ostras!, dije yo,¿mañana ya?,¡pero si aún tengo que hacer muchas cosas!.
Después olvidé por completo la conversación y pasó mi día como siempre, con todas las ocupaciones y distracciones y problemillas de siempre. Hasta esta mañana. Al despertar en mi cama he sentido una extraña quietud en mi entorno. Normalmente a esas horas los pájaros dan recitales (incluyendo a veces a mi periquito jajajaja), algún vecino ya está levantándose y se le escucha moverse por su casa, y hay coches que pasan por la calle dejando tras de si un rastro de olor de gasolina y el ruido del motor...,pero nada de eso sucedía. Y durante unos largos minutos he fantaseado sobre la posibilidad de que, efectivamente, el mundo ya no existiera. Tengo que decir que sin angustia, sino mas bien con cierto agrado, también es verdad que era tan y tan lejana dicha posibilidad que eso respaldaba mi tranquilidad. Pero sí, durante unos instantes me he sentido ¡tachán tachán! ¡¡la última habitante del planeta!!.
Una experiencia inquietante, porque inmediatamente he pasado de "disfrutar el privilegio de la soledad" a almacenar un millón de preguntas en mi mente, así que nada, rápidamente me he sacudido la idea y, como si el mundo me obedeciera, se ha escuchado un trino callejero lleno de entusiasmo que me ha devuelto mi realidad. Ahora estoy tomando mi desayuno, con las ventanas abiertas de par en par, hace sol, los coches traspasan sin cesar la calzada, la gente camina por la calle buscando sus quehaceres y mi periquito juguetea con su espejito como si tal cosa. Y yo, mientras me tomo mi café con leche, agradezco al mundo que no haya desaparecido esta mañana porque , la verdad de la verdad, me sentiría demasiado sola.
Gracias a todos por estar en mi mundo.
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