Reflexiones, experiencias y todo aquello que me ayude a subir, desplegando alas, volando juntos...

domingo, 8 de junio de 2014

PUEDE SER AMOR

Escuché a medias una historia la noche pasada, mientras el sueño me vencía, no tengo todos los elementos por lo cual he decidido que lo que me falta voy a añadirlo de mi propia cosecha, espero que os guste.

Durante años un matrimonio había convivido en la mansedumbre de la rutina. Nada nuevo que decir, nada importante que hacer. Poco a poco la apatía se fue convirtiendo en desgana y la desgana en falta de respeto entre los esposos. A pesar de tener un hijo en común, no encontraban momentos en el día para compartir, para expresar la vida de pareja, y esa convivencia triste amargó el clima de aquella casa.
Un día, a la esposa le fue diagnosticada una enfermedad degenerativa. Ella era joven, pero por eso precisamente la enfermedad se iba a cebar más con su cuerpo. La noticia solo hizo que empeoraran las cosas y lejos de unirlos, los terminó de separar, así que el esposo, incapaz de estar al lado de la esposa en esos momentos de angustia, se las ingeniaba para retrasar lo mas que podía su regreso a casa. Después de cada desprecio, de cada reproche, se sentía culpable por no ser capaz de amar a su mujer como alguna vez creyó amarla. La mujer, en lugar de enfrentar a su esposo y hablar las cosas con claridad, prefería sufrir en silencio, torturándose por ser cada día un poquito menos capaz de valerse por si misma, obligando de este modo a su marido a estar pendiente de algunas cosas que, sin escapatoria, tenía que hacer, como por ejemplo cargarla en brazos al final del día, desde el sillón donde pasaba las horas, hasta la cama.
El esposo lo hacía resignado, como si cargara piedras que le estuvieran mellando el alma. Detrás de ellos, su hijo, contemplando la escena, una y otra vez, testigo de ambas culpas.
Al fin, un día, al llegar el esposo a casa, habló con su mujer. le dijo que ya no la quería, que estaba harto desde hacía tiempo y que su enfermedad le había hecho ver que no podía seguir con ella. La mujer no se defendió, no argumentó, solo lloraba. Los papeles para el divorcio llegaron un par de días mas tarde, cogió el sobre y lo guardó en un cajón del armario sin abrirlo.
Cuando su hijo preguntó ; mamá, ¿qué es eso que hay dentro de ese sobre?, la mujer le contestó; un poema de amor que tu padre me ha escrito. ¿Un poema de amor en un sobre de un abogado?, que extraño. Si hijo, a veces el amor tiene formas muy extrañas.
No se dieron cuenta que detrás de la puerta el esposo escuchaba estas frases.
Conmovido por lo que había escuchado, salió de la casa y deambuló por la calle sin rumbo, tratando de poner orden en su cabeza y hasta en su corazón.
Y recordó. Por su mente pasaron tantos momentos felices al lado de su esposa, tantas dificultades vencidas, tantas velas de cumpleaños apagadas, tanta vida compartida que sintió un gran dolor liberarse de su pecho y comprendió que si algo debía de cambiar era precisamente su propia actitud ya que estuvo seguro entonces de que nunca había dejado de amar a su mujer, solo que la apatía de una vida sin ilusiones renovadas le habían hecho pensar que así era.
Corrió entonces hacia su casa, abrió la puerta del dormitorio y le dijo a su mujer intentando abrazarla;
No quiero el divorcio!, ahora se que siempre te he amado y seguiré amándote hasta el fin de nuestros días, y cargaré cada día contigo, hasta que tu lo necesites!.
La mujer le miró con ternura, pero en su interior había mucha rabia contenida, mucho dolor guardado, le dio un gran bofetón.
El esposo no se dio por vencido, tenía que hacerse perdonar, así que, rápidamente bajó a la calle, cogió el auto y se fue a comprar un ramo de flores.
Cuando llegó a casa, su mujer acababa de fallecer, en sus manos tenía las gafas de leer de su esposo,  el único objeto de él que por estar sobre la mesita de noche, ella tenía a su alcance en esos momentos.

A veces sucede que el devenir de nuestros días va empañando nuestra mirada, pero como no es urgente, sino gradual, no nos damos cuenta de lo distorsionada que se va tornando la imagen que tenemos más cercana a nosotros. Como siempre ha estado ahí...¿para qué mirarla con detalle?...
Puede ser que la negrura que percibimos en el otro, no sea sino "suciedad" que hemos estado acumulando en nuestros ojos. Puede ser que la enfermedad que se manifiesta en el otro no sea sino un reflejo de nuestro estado de desorden interno. El "otro" es, en cuanto nosotros "somos". Y puede ser también que la pasividad que se encierra en una actitud de sufrimiento se asemeje a una tormenta encerrada en una botella de cristal.
Puede ser, tal vez puede ser,que un acto de amor adopte la forma de una solicitud de divorcio, porque si una persona se ha perdido dentro del desamor y no se encuentra ni a si misma, ¿qué puede ofrecer al otro?.
Amar puede ser saber decir "adiós", o pegar un bofetón a tiempo.
En todo caso amar siempre es sentirse libre. Si algo te exclaviza la voluntad, será otra cosa...

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