Reflexiones, experiencias y todo aquello que me ayude a subir, desplegando alas, volando juntos...

sábado, 21 de enero de 2012

Fiesta de la Candelaria. Belisana y Lugh, resplandecientes como el fuego.

Pronto se celebrará un acontecimiento ancestral, un ritual heredado de nuestros mas remotos antepasados, que tiene la finalidad de mantenernos protegidos y conectados con la gran energía de la madre tierra, la magna mater, generadora de bienes, como tantos otros ritos a lo largo de los ciclos del año. Este tiene de especial el unir las dos fuerzas, la femenina y la masculina, la diosa y el dios, y para ello necesitamos la montaña, el fuego, el caldero y las hierbas medicinales. Estoy hablando de la Candelaria cristiana, primeramente llamada fiesta de Belisana en el mundo celta.
Los druidas, es decir, los hombres de poder del mundo celta, escogían a nueve vírgenes y juntos se enfilaban en el atardecer del día primero del mes de febrero hacia un lugar secreto en lo alto de una colina, no demasiado alejada de la aldea. Una vez allí se procedía a abrir la ceremonia, se preparaba una hoguera y se prendía un fuego sagrado, el cual era custodiado por las nueve vírgenes, en representación de la diosa Belisana, la gran madre de todas las cosas, la que brilla como el fuego, mientras los druidas se disponían a preparar la cocción de las hierbas curativas, plantas de poder, en un gran caldero, invocando el espíritu y la presencia del dios Lug, cuyo rostro nadie podía mirar por su inmenso resplandor.
Cierro mis ojos y no me cuesta imaginar entre la negrura de la montaña anochecida, un claro dominado por la gran hoguera y sus llamas crepitando calentando un caldero de hierro ennegrecido que atado por cadenas se balancea suavemente sobre el fuego, dejando ir al aire aromas exquisitos de romero, tomillo, manzanilla, hierbas de todas clases, mientras los druidas invocan con sus oraciones a las fuerzas del sagrado matrimonio de los dioses del fuego, generadores de vida.
Tras la ceremonia, y teniendo la cocción preparada, las nueve doncellas descendían de la colina y a modo de mensajeras de los dioses, repartían entre los aldeanos antorchas encendidas y cazos con la pócima curativa.
Los fuegos de todas las casas eran prendidos con esa llama en señal de inicio de un ciclo benigno para la familia, y la cocción era tomada por todos para prevenir las enfermedades y malos augurios.
De este modo la energía primigenia, la llama perenne, formaba parte de toda la comunidad y todos compartían la buena fortuna.
Hoy en día, gracias a la manipulación de la Iglesia Católica y a su desmedido afán por adueñarse de aquello que no pudo destruir, ya no gozamos de ese rito pagano. Ahora se venera a la Virgen de la Candelaria y a San Lucas como recordatorio de aquel matrimonio de dioses ígneos y poderosos.
Como sea, acordémonos ese día que hubo un momento, un tiempo diferente, y un lugar donde muy bien hemos podido estar recibiendo la antorcha llameante de la mano de una bella vírgen...o, quizás cocinamos nosotros el caldero???.

2 comentarios:

  1. no sabia el origen de esta festividad, muy interesante,ahora seria muy dificil celebrarlo asi,por varias cuetiones sobre todo por la iglesia claro,aunque la imagen es preciosa,asi que esta es la virgen del fuego digamos, si es interesante.
    quiza cuando encienda mis velas deba pedir a la gran madre que brilla como el fuego..o quiza sea peligroso particularmente para mi.

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  2. Casi todas las fiestas católicas tienen un origen pagano y un culto a la naturaleza y a unos dioses que fueron "adaptados" a los intereses vaticanos, pero se llamen como se llamen su fuerza no la pierden, así se empeñen los obispos y cardenales. Cuidadín con las velas, hay que saber usarlas, ¿verdad Olga?.

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