El mundo que conocemos forma parte del pensamiento divino. Pensamiento
que se expresa mediante las formas y los sentidos de los que nos valemos para
experimentar aquello que llamamos “vida”, y que es en realidad mas sueño que
vigilia en la mente del pensador. Somos pensadores al mismo tiempo de nuestro
pensador, necesitamos experimentar la separación del ser pensador para sentir
plenamente las vivencias en este mundo. La separación nos permite mantener una
autonomía en nuestras decisiones, nos permite equivocarnos y rectificar y
también identificarnos a nosotros mismos como seres materiales y mundanos,
apegados a los compromisos de nuestra experiencia de vida terrena, porque así
debe de ser.
El drama aparece con los deseos, nuestros sentidos nos
provocan continuamente deseos y a su vez estos deseos mueven nuestras
emociones, las cuales van alimentando nuevos deseos. Es un círculo necesario en
la vida material para nuestro crecimiento natural. Solo cuando nos vamos y
tenemos obligatoriamente que abandonar el mundo de los sentidos materiales,
debemos de romper este círculo. Renunciar a los deseos es un paso principal
para comenzar el largo viaje de regreso a nuestro origen. La “rendición” nos
abre la puerta del trayecto, porque ya no luchamos por seguir “sintiendo”, y el
drama se diluye en el instante de la rendición, se apaga el sufrimiento y
nuestro cuerpo se prepara para todos los procesos del abandono material.
En la naturaleza existe el cambio constante de los ciclos,
pero no hay drama, porque no hay un juicio que separe ni existe el deseo. Es
puramente pensamiento del ser en acción continuada.
La rendición es aquel instante en el que el espíritu recoge
al alma hacia si, puesto que la persona le dice al ser; en tus manos encomiendo
a mi espíritu. Cuando esto sucede la paz que experimenta el espíritu es
sanadora y bella, y la persona que se va de este mundo, libre por fin del
sufrimiento de los deseos, observa su entorno con nueva mirada e infinita
compasión, y empieza a comprender el sentido de su vida en la tierra y todo
aquello que ha vivido lo asimila como experiencias de aprendizaje y servicio.
Sin juzgar, comprender es aprender con el otro, aprender en compañía, y en esos
momentos del abandono del ego es cuando mejor se entiende lo que significa
formar parte de un mismo mar, de un mismo cielo, de una misma fuente.
Florinda.
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